miércoles, 17 de agosto de 2011

La juramentación del primer Congreso del Perú

CRÓNICA: la juramentación del primer Congreso del Perú

Entre las principales preocupaciones de aquellos 79 diputados en 1822 estuvo la moralización de la función que les tocaba cumplir
 
Congreso de la República, Fiesta Patrias
Histórico. El óleo de Francisco González Gamarra muestra la ceremonia de instalación del Congreso Constituyente el 20 de setiembre de 1822 en la capilla de la Universidad de San Marcos. (Historia de la República del Perú)
JUAN AURELIO ARÉVALO
El próximo 20 de setiembre se cumplirán 189 años desde la instalación del primer Congreso Constituyente, que no solo marcó el inicio de nuestra historia parlamentaria, sino también de nuestra vida republicana. Entre las principales preocupaciones de aquellos 79 diputados estuvo la moralización de la función que les tocaba cumplir. Por ello, a pedido de su presidente, Francisco Javier de Luna Pizarro, la asamblea acordó prohibir que cualquiera solicite o admita para persona alguna, empleo, pensión o gracia del Poder Ejecutivo. Luna Pizarro incluso pidió que se le expatriase si lo hiciera. Valiosa lección nos dejaron.
Decía el ilustre historiador tacneño Jorge Basadre que el 20 de setiembre de 1822, día que se reunió el Congreso Constituyente convocado por el protector José de San Martín, empezó nuestra historia republicana.
Pese a que parte del Perú seguía ocupado por los españoles, el general argentino trasladó la responsabilidad de decisión al pueblo. ¿Pero cómo hicieron, por ejemplo, los arequipeños para elegir a sus representantes si seguían bajo el mando español? “Ejercieron ese derecho, como los demás provincianos en la misma situación, los arequipeños residentes en Lima que por entonces ya debían ser numerosos”, escribió el recordado Enrique Chirinos Soto. Precisamente, un diputado electo por Arequipa, el clérigo Francisco Javier de Luna Pizarro, terminó siendo elegido presidente de aquella asamblea.
Ese 20 de setiembre, a las 10 de la mañana, 51 de los 79 diputados convocados se reunieron en Palacio de Gobierno. De ahí se dirigieron a la Catedral de Lima, donde escucharon la misa del deán gobernador eclesiástico Francisco Javier de Echagüe.
“¿Juráis conservar la santa religión católica, apostólica, romana, como propia del Estado; mantener en su integridad el Perú; no omitir medio para libertarlo de sus opresores; desempeñar fiel y legalmente los poderes que os han confiado los pueblos y llenar los altos fines para que habéis sido convocados?”, preguntó el ministro de Relaciones Exteriores, Francisco Valdivieso, y un sencillo, pero firme “¡sí, juro!” fue la respuesta unánime.
“Al entonarse después el Te Deum, hubo en la plaza una salva de veintidós cañonazos renovada en el Callao por los buques de la escuadra y contestada en la capital con un repique general de campanas, que continuó hasta la llegada de los diputados al salón del Congreso en el local de la Universidad de San Marcos”, cuenta Basadre.
CUESTIÓN DE PRINCIPIOS
Ese mismo día San Martín protagonizó el que es tal vez el caso de renuncia de poder más notable de nuestra historia. Dimitió como gobernante para facilitar la llegada de los ejércitos independentistas del norte encabezados por Simón Bolívar y lograr así la derrota definitiva del ejército realista.
“La presencia de un militar afortunado… es temible a los estados que de nuevo se constituyen. Por otra parte, ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano… En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas, como en lo general de las cosas, dividirán sus opiniones: los hijos de estos darán el verdadero fallo. Peruanos: os dejo establecida la representación nacional; si depositáis en ella una entera confianza, cantad el triunfo, si no la anarquía os va a devorar. Que el acierto presida a vuestros destinos y que estos os colmen de felicidad y paz”, dijo nuestro Libertador.
Por la noche, San Martín partió a caballo rumbo a Ancón desde donde se embarcó a las dos de la mañana del 22 de setiembre en el bergantín Belgrano con destino a Valparaíso, para nunca más volver.
CÓMO CAMBIAN LOS TIEMPOS
¿Quiénes fueron nuestros primeros legisladores que por entonces se debatían entre dos ideologías dominantes: la liberal y la conservadora? Según Basadre, “entre titulares y suplentes de 1823 a 1825 hubo una mayoría de veintiséis eclesiásticos y veintiocho abogados”. Entre los 79 diputados se contaban, ocho médicos, nueve comerciantes y cinco militares. Once diputados titulares y tres suplentes no eran peruanos de nacimiento. Uno era chileno.
No deja de ser curiosa la comparación con el Congreso actual. Entre los 130 nuevos parlamentarios encontramos 30 abogados, 20 ingenieros, 13 administradores, 8 economistas, 3 sociólogos, un veterinario y hasta un entrenador de fútbol (Gian Carlo Vacchelli).
En 1822 Lima no era la ciudad más poblada del Perú. Al momento de la composición del primer Congreso Constituyente, la capital tenía 119.700 habitantes, frente a los 230.970 de Trujillo o los 216.382 de Cusco. Por ese motivo, Lima tuvo 8 diputados titulares y 4 suplentes, mientras que Trujillo llevó 15 titulares (uno más que Cusco) y siete suplentes al igual que la Ciudad Imperial.
El país quedó representado entonces por 11 circunscripciones: Lima, La Costa, Huaylas, Tarma, Trujillo, Cusco, Arequipa, Huamanga, Huancavelica, Puno y Maynas y Quiijos.
Hoy contamos con 26 distritos electorales que reúnen a los 24 departamentos, la Provincia Constitucional del Callao y el distrito electoral de Lima Provincias. Asimismo, el peso de la capital es indiscutible: Lima Metropolitana está representada por 36 legisladores. Otros tiempos, sin duda.
MÁS DATOS
Curiosidades I
Revisando las normas dictadas por el Marqués de Torre Tagle, antes del primer Congreso, llama la atención una del 16 de febrero de 1822. En ella se prohíbe “la bárbara costumbre de arrojar agua en los días de carnaval”, por contrariar “la dignidad y el decoro del pueblo ilustrado de Lima”.
Curiosidades II
Para combatir a los malhechores que azotaban a Lima, el 24 de noviembre de 1822 el Congreso dispuso que “ningún individuo, militar o paisano pueda andar a bestia después de las ocho de la noche”. Si se negaban al allanamiento, había orden de “hacerle fuego”.